sábado, junio 18, 2016

Rescató del hoyo mi vida



"El que rescata del hoyo tu vida,
El que te corona de favores y misericordias"
Salmo 103:4

Cuando tenía 10 años, mis abuelos, mi hermano y yo fuimos de viaje en tren a Alausí ubicado en la Sierra ecuatoriana. Habíamos pasado un largo tramo y los paisajes eran maravillosos para admirar. Mi hermano y yo estábamos alegres de estar allí.
De repente sentimos un ruido fuerte y todos en el tren comenzamos a ver que éste puso su marcha en reversa. ¡El vagón se había descarrilado! A toda velocidad, gritos y llantos desenfrenados se escuchaban. La gente se empezó a desesperar: unos oraban, otros pedían ayuda por las ventanas y, lo más lamentable, es que en plena desesperación, muchos se lanzaron del tren en aquella velocidad tremenda.
Por mi mente no pasaba ni una imagen, ni un pensamiento, absolutamente nada. Era como si todo fuese un mal sueño del que quería despertar pronto. Recuerdo que mi abuelita me abrazaba fuertemente y clamaba con desesperación que Dios nos protegiera. Oí claramente cómo ella repetía la oración del Padrenuestro y pedía por nosotros. Lo más curioso es que ella no pedía por sí misma o por mi abuelo, sino por nosotros: sus nietos. Sus palabras llenas de amor en su vasta repetición de la oración me inundaron el corazón. ¡Mi abuela me amaba tanto! Finalmente, el tren se estrelló junto a la montaña y todos colapsamos. Un silencio rotundo se sintió, y al instante otra vez los gritos volvieron a surgir. Cuando me levanté, por debajo de unos fierros, tierra, polvo y otros escombros, miré a todos lados para ver a mi familia y pude encontrar a mi abuela primero, con el rostro desfigurado e irreconocible, mi abuelo y mi hermano estaban heridos y yo los veía asustada y asombrada. 
Al terminar de verlos por completo (de pies a cabeza), toqué mis brazos y miré mi cuerpo para saber donde estaban las heridas pero no tenía ninguna y ni siquiera me dolía nada. Era como si Dios me hubiese sacado en el momento del colapso para que nada me sucediera. Obviamente, yo sentí todos los golpes cuando se estrelló el tren. 

Al pasar los años he contado esta historia a mis amigos más allegados pues muchos otros a quienes conté no me creyeron. Sin embargo la pregunta que me hice durante muchos años era: "¿Por qué y para qué fui rescatada de ese accidente?" 

Literalmente puedo decir: Dios rescató del hoyo mi vida. Él me dio nuevamente vida para que, años más tarde, yo entendiera Su propósito. El me rescató de todas las formas en que un padre puede rescatar a su hijo. Él lo dio todo por mi hasta su propia vida para que yo tuviera libertad y escogiera la vida eterna. (Juan 3:16)

Escuché decir "fue cuestión de suerte" pero puedo decir que me coronó de misericordia para que pudiera gozar de una vida que le agrade a Él. No soy santurrona, no soy religiosa, solo soy una hija agradecida que no va a callar lo que Dios ha hecho por mi. Cuando le di el control de mi vida entendí para qué me había salvado. Fue justamente para volverme a salvar, ya no de forma física en un accidente pero ahora de forma espiritual para tener vida eterna y vivir juntamente con Él.



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