lunes, junio 13, 2016

Llamada y escogida: Más que un sueño, un mandato.

Hace 11 años atrás, mi futuro prometía mucho éxito. Me encontraba terminando la universidad, de hecho esperando la fecha de ceremonia de graduación, llena de ilusiones y pensamientos de liderazgo muy alto como cualquier futura ingeniera de la República. Sentimientos de realización y de alivio al saber que todo el esfuerzo había valido la pena estaban a flor de piel. Mi anhelo de ser una profesional había llegado a su etapa final, mi carrera había empezado.

En el área espiritual, también, me encontraba en la cúspide pues me sentía tan agradecida de haber conocido a Jesús en mi adolescencia y que Él había guiado mis pasos y guardado de todo mal en medio de una sociedad que se volvía más agresiva y oscura. Sabía que Dios me había librado de maldades y vicios, vi muchas de mis compañeras de colegio y universidad caer en el alcohol y drogas, ¡cómo me dolió ver sus vidas destruidas en poco tiempo! Así mismo, por esas fechas, estaba muy comprometida con las actividades de la iglesia: solía cantar en el coro, nos reuníamos para salir a compartir de Jesús, entre otras cosas. Sin embargo sentía que algo más faltaba, una llama ardiendo en mi corazón por aquellos que no conocían el amor de Jesucristo me quemaba haciendo que, en oración, pidiera al Señor que me mostrara Su plan para mí en esta tierra.

Aquella noche de profunda conversación con Dios tuve un sueño muy específico y claro. Estaba encima de un planisferio en donde podía ver todos los países del mundo. Ese planisferio era enorme y yo era tan pequeña parada sobre el Ecuador, mi país natal situado en Sudamérica. De repente una mano gigante y brillante apareció y me apuntó con su índice y lentamente me llevó hacia una pequeña isla a lado del Continente Africano.

A la mañana siguiente, recordé lo que había visto en aquel sueño y desesperadamente busqué en un atlas la pequeña isla. Dentro de mí pensaba que esa isla no existía pues siempre me gustó la geografía y NUNCA me había percatado de aquella porción de tierra a lado de África. Cuando abrí el atlas vi el mismo planisferio que el del sueño y... ¡sí, allí estaba! Era la isla...Madagascar.



Puedo concluir que cuando haces una pregunta a Dios de forma sincera y con buenas motivaciones en tu corazón, Él no se hace esperar. El mismo Dios inmutable había contestado mi oración, mi pregunta. Él me estaba invitando a ser parte de Su gran obra. Él me estaba llamando y escogiendo para llevar Su palabra a aquellos que están muertos en oscuridad. Esto me recuerda a la invitación que hizo un rey a la fiesta que había organizado. Mandó a invitar a todos en el pueblo sin embargo los invitados no estuvieron preparados para tal fiesta y llevaron puesto los trajes cotidianos. Al ver el rey que sus invitados no estaban vestidos adecuadamente, a la altura de su fiesta mandó a sus sirvientes a echarlos fuera. Cuando Dios te invita a Su banquete, debes tener un corazón dispuesto, diligente y preparado para asistir a Su fiesta. 


"Porque muchos son los invitados pero pocos los escogidos" 
Mateo 22:14

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